Esta extraordinaria y extensa novela -800
páginas que se leen del tirón, muy recomendable por tanto para vacaciones- Edward Rosset narra una de las epopeyas más fascinantes de
la historia naval española, una hazaña en la que el tesón de un puñado de
hombres valientes venció en su lucha desigual contra los embates de la
naturaleza y contra la franca rivalidad de la Corona portuguesa –se enfrentaron ambas coronas en aquellos mares prácticamente en las antípodas
de nuestra península, en la llamada “guerra
de las Molucas”-.
Con la llegada a Filipinas por la ruta occidental, Magallanes y Elcano tendían un inesperado puente con Oriente y culminaban una aventura iniciática que cambió la historia de la navegación. Pero esta epopeya también hizo sobresalir seguidamente a otros compatriotas, poniendo posteriormente a prueba la pericia de uno de los cartógrafos y navegantes más intrépidos que ha dado España, Andrés de Urdaneta, y que más tarde Miguel López de Legazpi concluyó brillantemente al conquistar las islas Filipinas para la Corona española.
La epopeya de Magallanes y ElCano, no por sobradamente conocida, deja de sobrecogernos y admirarnos. Además esta novela tiene la virtud de narrarnos de forma ágil, vívida y a la vez bastante detallada, el esfuerzo que supuso para estos gigantes avanzar día a día contra la más terrible incertidumbre. Ante el descontento cada vez más palpable de los otros capitanes con Magallanes -que era visto más extranjero cada vez que aumentaba la distancia a la patria y las penalidades del trayecto-, las deserciones de barcos y tripulaciones producidas, frente a la férrea voluntad del descubridor y de los valientes compatriotas que le siguieron y posteriormente -comandados por ElCano- continuaron y culminaron la primera circunnavegación de nuestro planeta, merece sin duda el lugar que le ha destinado la Historia.
Con la llegada a Filipinas por la ruta occidental, Magallanes y Elcano tendían un inesperado puente con Oriente y culminaban una aventura iniciática que cambió la historia de la navegación. Pero esta epopeya también hizo sobresalir seguidamente a otros compatriotas, poniendo posteriormente a prueba la pericia de uno de los cartógrafos y navegantes más intrépidos que ha dado España, Andrés de Urdaneta, y que más tarde Miguel López de Legazpi concluyó brillantemente al conquistar las islas Filipinas para la Corona española.
La epopeya de Magallanes y ElCano, no por sobradamente conocida, deja de sobrecogernos y admirarnos. Además esta novela tiene la virtud de narrarnos de forma ágil, vívida y a la vez bastante detallada, el esfuerzo que supuso para estos gigantes avanzar día a día contra la más terrible incertidumbre. Ante el descontento cada vez más palpable de los otros capitanes con Magallanes -que era visto más extranjero cada vez que aumentaba la distancia a la patria y las penalidades del trayecto-, las deserciones de barcos y tripulaciones producidas, frente a la férrea voluntad del descubridor y de los valientes compatriotas que le siguieron y posteriormente -comandados por ElCano- continuaron y culminaron la primera circunnavegación de nuestro planeta, merece sin duda el lugar que le ha destinado la Historia.
Tengo que reconocer que hasta leer este libro no sabía
apenas nada de la aportación a la navegación y los descubrimientos de Urdaneta y Legazpi. Pues resulta que es una aventura fascinante. Urdaneta fue –como bien
cuenta el libro- el descubridor de la ruta de retorno de Filipinas a México -el
Tornaviaje-, que permitió establecer por tres siglos la vía de comercio
española de mercaderías exóticas entre tres continentes, por medio del Galeón de Manila.
Curioso señalar que Urdaneta optó a mediados de su carrera por tomar los hábitos de la Orden Agustina, aunque siguió navegando y a realizar sus avances geográficos como "sacerdote explorador"
Curioso señalar que Urdaneta optó a mediados de su carrera por tomar los hábitos de la Orden Agustina, aunque siguió navegando y a realizar sus avances geográficos como "sacerdote explorador"
Legazpi por su parte pasó la última parte de su vida en Filipinas –de la que fue gobernador-, y fue allí donde murió. Completó la conquista del
archipiélago con la adquisición de nuevas islas: Panay (donde estableció su
nueva base), Masbate, Mindoro y, por fin, Luzón. En esta última, la mayor de
las Filipinas, hubo de vencer una fuerte resistencia de los indígenas tagalos,
tras lo cual construyó allí la capital del archipiélago, Manila (1571).
Completado el control de Luzón, Legazpi organizó la colonización según el modelo seguido por los españoles en América, a base de conceder encomiendas a los colonizadores; dejó la evangelización en manos de los religiosos agustinos; y estableció relaciones comerciales con el continente asiático a través de la importante colonia de comerciantes chinos establecidos en Luzón desde antes de su llegada.
Completado el control de Luzón, Legazpi organizó la colonización según el modelo seguido por los españoles en América, a base de conceder encomiendas a los colonizadores; dejó la evangelización en manos de los religiosos agustinos; y estableció relaciones comerciales con el continente asiático a través de la importante colonia de comerciantes chinos establecidos en Luzón desde antes de su llegada.
Esta novela es sin duda un merecido homenaje de Rosset a estos insignes navegantes
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