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lunes, 24 de junio de 2019

El Sitio de Castelnuovo



“Los soldados que componen los Tercios son españoles, que aman más la honra que la vida y temen menos la muerte que la infamia”
Sancho de Londoño. Escritor y Capitán de los Tercios

Antes de entrar en materia, citar que el autor de la  frase que encabeza este post, fue uno de los militares hispanos más célebres de su tiempo. Hijo de familia hidalga de La Rioja, cursó estudios en Alcalá de Henares, donde alcanzó un buen conocimiento de letras, posiblemente se graduó en Artes, pues dominaba el Latín y las Matemáticas. Hombre culto, se enorgullecía de disponer de “una no pequeña librería”. En la milicia, estuvo al servicio de Carlos V y Felipe II, pasando por todos los escalafones, combatiendo en diversos frentes, y sin haber perdido batalla alguna. Posteriormente se hizo célebre en las campañas de Flandes a las órdenes del duque de Alba. Por encargo de éste, Londoño estudió y elaboró unas reglas para el ejército.

En su "Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado" puso por escrito sus conocimientos y experiencias, dando lugar a que el duque le nombrara "el gran maestro de la guerra". En esta obra no sólo se señalan los defectos de la milicia de la época, además propone como corregirlos. Por la mucha y excelente doctrina que contienen sus reducidas páginas, puede considerarse como compendio o breviario del arte militar de los Tercios, que era tenido por entonces como el mejor cuerpo de ejército del mundo.

La historia que vamos a reflejar aquí es un impresionante ejemplo de la despiadada realidad que suponía para nuestros soldados la mencionada frase de Londoño.

Si los griegos –y Occidente en general- tienen Las Termópilas, los ingleses Rorke´s Drift, los franceses Alesia, Roncesvalles o Camerone y los americanos El Álamo; los españoles tenemos Numancia, Castelnuovo, Empel, Cartagena de Indias, Vara del Rey, Baler, Cervera y Santiago de Cuba… Nos referimos a  acciones de guerra, principalmente colectivas, en las que  unos pocos se enfrentaron a un enemigo notoriamente superior en número o en medios, con final en la mayoría de casos de la derrota y muerte de los primeros.... Y después será la historia  de cada país la que se encargará de glosarla construyendo el respectivo relato.

Lo de CASTELNUOVO

En el siglo XVI dos grandes potencias se disputaban la hegemonía en el Mediterráneo, el Imperio Otomano del sultán Solimán el Magnífico y la Liga Santa (Venecia, Papado y el Imperio de la Monarquía Hispánica) con el emperador Carlos V al frente.

Tras la toma a los turcos de la ciudad de Castelnuovo, actual Herceg Novi en la costa de la república de Montenegro, se estableció en ella una guarnición de unos 4.000 soldados de los Tercios , dirigidos por el experimentado maestre de campo burgalés Francisco Sarmiento de Mendoza. Este tercio, renombrado para la ocasión como Tercio de Castelnuovo, estaba compuesto por quince banderas —compañías— pertenecientes a las siguientes unidades: seis banderas del tercio de Florencia, tres del Tercio de Lombardía —desmovilizado el año anterior tras un motín por la falta de pagas—, dos del Tercio de Nápoles, una del Tercio de Niza y tres banderas nuevas. Corría el verano de 1539...


Con la pérdida del dominio del mar por parte de la Santa Liga, Castelnuovo quedó aislada presentándose ante ella, al mando del mismísimo Jeireddín Barbarroja, un ejército de 50.000 soldados, incluidos 4.000 de los temibles Jenízaros, las tropas de élite del Sultán, así como 200 galeras y naves de todo tipo. La suerte estaba echada pero si los turcos querían recuperar la ciudad tendrían que pagar un precio muy alto.

Los españoles ven lo que se les viene encima. Mientras el comandante Francisco Sarmiento se dedica a reforzar las defensas, se envía la correspondiente petición de ayuda. Andrea Doria no se ve en condiciones de enviarla, pues todavía se está reponiendo de las pérdidas del año pasado; su recomendación para Sarmiento es que se rindan sin oponer resistencia. Tampoco los venecianos, como era de esperar, envían ningún tipo de ayuda.

Las primeras avanzadillas del poderoso ejército turco fueron rechazadas enérgicamente por las fuerzas españolas, pero ante la llegada del grueso de las tropas de Barbarroja, que desembarcó las tropas y artillería para comenzar el asedio de la ciudad el 18 de julio, los españoles se dedicaron a la fortificación y preparación.

Abandonados a su suerte, sin apenas provisiones, los 4.000 hombres de Sarmiento, lejos de quedarse refugiados dentro de las murallas, realizaron varias salidas para dificultar las obras de los sitiadores, ocasionado hasta 1.000 bajas a los turcos en estos primeros envites.

“…QUE VINIESEN CUANDO QUISIEREN

Barbarroja, viendo la sangría de hombres que le costaba el asedio, ofreció una rendición más que honrosa a los españoles. Podrían salir con sus banderas y armas, y recibiría cada español 20 ducados. Así se lo trasmitieron a don Francisco Sarmiento de Mendoza que “consultó con todos sus Capitanes, y los Capitanes con sus Oficiales, y resolvieron que querían morir en servicio de Dios y de Su Majestad, y que viniesen cuando quisiesen...

Además del maestre D. Francisco de Sarmiento, los capitanes y oficiales del Tercio eran tipos como Machín de Munguía, Juan Vizcaíno y Mendoza, Luis de Haro, Sancho de Frías, Juan Pérez de Zambrana, Pedro Silva, Luis Cimbrón, Domingo de Arriarán, Juan Pérez de Bocanegra...  Fogueados, batallados y curtidos en los Tercios Viejos, constituían la élite militar del siglo XVI. Decidieron, como un solo hombre,  y sabiéndose en una proporción de casi uno a doce como poco, luchar hasta el final.  

Tras el rechazo de la rendición, los turcos lanzaron potentes ataques tras intensos bombardeos, siendo siempre rechazados con miles de bajas. Los españoles les hacían frente con el mortífero fuego de sus arcabuceros y los cortes y estocadas de sus espadas.

Lejos de conformarse con mantener sus posiciones los españoles realizaron una encamisada contra el campamento enemigo. Armados únicamente con daga y espada y vistiendo camisa blanca para identificarse, los atacantes causaron el pánico entre los otomanos y provocaron hasta la retirada momentánea de Barbarroja a su nave.  

Recuperados de tan humillante derrota los otomanos concentraron el fuego de la artillería de asedio contra una de las fortalezas de la ciudad alta y sobre la débil muralla medieval que protegía la ciudad. 
Reducida la fortaleza a un puñado de escombros el 4 de agosto los turcos realizaron un asalto general con tal superioridad de medios que los españoles tuvieron que replegarse batiéndose.

Los españoles se encontraban exhaustos, luchando por el día y reparando las defensas por la noche, con pocos hombres ilesos y poca pólvora, pero aun así rechazaron nuevos asaltos los días 5 y 6 de agosto.

Al amanecer del 7 de agosto aún resistían 600 supervivientes y al frente su maestre de campo don Francisco Sarmiento, herido de gravedad. Ya nada se pudo hacer en una ciudad sin murallas salvo morir combatiendo. Herido tres veces, Sarmiento intenta retirarse al castillo pero sus defensores han apuntalado la puerta y lo único que pueden hacer es lanzarle una soga para alzarlo, ante ello el valiente capitán les grita “No quiera Dios que yo me salve y mis compañeros mueran sin mi”: Sarmiento picó espuelas y se lanzó contra los turcos. Morirá peleando junto a sus hombres, espalda contra espalda.

Así, después de 19 días de asalto, cayó Castelnuovo. Unos 20.000 turcos muertos –algunas fuentes los elevan hasta 36.000-, miles de ellos jenízaros. De los 4.000 defensores españoles sólo unos 200 heridos sobrevivieron. Entre ellos Machín de Mungía, el vizcaíno, al que Barbarroja le ofrece pasar a ser uno de sus oficiales. La respuesta del soldado español le supuso ser degollado. Todos los religiosos cristianos fueron pasados a cuchillo como la mitad de la tropa española superviviente.

Una gesta que fue cantada por poetas y juglares

Durante años la hazaña de los tercios de Castelnuovo fue cantada por poetas y juglares e incluso se equiparó a otras míticas batallas como la de los trescientos de Leónidas en las Termópilas

Así termina el Soneto 217 de Gutierre de Cetina (1520-57) titulado : “A los huesos de los españoles muertos en Castelnuovo”

“De la dichosa muerte que alcanzasteis,
Se debe envidiar más que la victoria.”

Una última hazaña


Pero la historia no acabó ahí… Pasaron los años, el 22 de Junio de 1.545 -6 años después- llegó al Puerto de Mesina una galera con cautivos escapados de las prisiones de Constantinopla. Había 25 españoles. Eran los últimos hombres vivos del Tercio de Castelnuovo. Y es que la historia de esos escasos supervivientes daría tal vez para otro libro. Desgraciadamente no han llegado hasta nuestros días los pormenores del cautiverio y posterior fuga de estos 25 valientes.

Bien. Son varios los libros que he encontrado que nos cuentan de forma novelada la gesta de Castelnuovo. Todos son recomendables. Incluso hay publicado un cómic que narra gráficamente todo el sitio. Los señalo a continuación.










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“Lo que hacemos para ser amados”. Leído en algún episodio del Sandman, de Neil Gaiman