Para leer en calma. Como en una tarde de estío, mientras se acerca sosegado el ocaso.

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domingo, 29 de marzo de 2020

El Real de a Ocho. Primera divisa mundial


España fue durante 300 años ininterrumpidamente la mayor fábrica de moneda del mundo. El Real de a Ocho se constituyó como la moneda universal del comercio durante tres siglos. La mayor duración jamás obtenida para una divisa de referencia. Además, el modelo  del Real de a Ocho  fue copiado para el surgimiento del dólar estadounidense, el dólar de Canadá, el yuan chino, el yen japonés, los pesos de las repúblicas independientes americanas, el Peso filipino y otras muchas monedas alrededor del mundo.

El llamado Real de a Ocho, dólar español, peso duro o simplemente duro, acuñado desde mediados del siglo XVI, moneda de plata de la Monarquía Española y difundido por ésta durante más de tres siglos, fue la moneda más importante del mundo hasta entrado el siglo XIX,  marcando el techo de la economía mundial y sirviendo de divisa obligada al referenciar en ella las monedas circulantes de los otros Estados de su época, para poder participar en el comercio de cinco continentes.


Real de a ocho (plata) de Carlos III

Era la moneda del imperio y lo sobrevivió con creces. En Estados Unidos fue moneda de curso legal nada menos que hasta 1857. Pero además, los reales de a ocho fueron la primera divisa universal, ya que no solo circulaban por toda Europa y en América, sino también en Asia.

Gracias a su gran prestigio fue el principal valor utilizado para los grandes pagos y las operaciones financieras en las que, por primera vez, se iban a ver implicados los diversos continentes. La calidad de su plata, obtenida en las minas americanas y el enorme volumen con el que se acuñó, hicieron que esta moneda fuera la más aceptada en todos los mercados internacionales durante la Edad Moderna.

Concepción y funcionamiento

El Real de a Ocho fue una moneda de plata que acuñó el Imperio español después de la reforma monetaria de los Reyes Católicos en 1497 (responde a la Pragmática de Medina del Campo de 1497) con un peso de 27,468 gramos y una pureza de 0,93055%, que contenía 25,560 gramos de plata pura. Las monedas tenían un valor de ocho reales (8 reales y 272 maravedís. 1 real de a ocho = 1 duro. 2 reales de a 8 = 1 escudo). El Real de a Ocho es de base duodecimal ajustado al patrón ponderal del marco de Colonia de 233,85 gramos de peso, y es la moneda que junto a la Onza, moneda de oro, responde al sistema bimetalista, Real de a Ocho – Onza, del siglo XVI de la Monarquía española, introducido por Carlos I y difundido por Felipe II en todos sus Estados.


8 reales de plata con el escudo de los Reyes Católicos, acuñado en Sevilla. Sin fecha pero posterior a 1497

Las monedas internacionales de épocas anteriores, las emitidas por las repúblicas italianas, se vieron sustituidas por los reales de a ocho españoles, produciéndose así el desplazamiento de la preeminencia económica del mundo mediterráneo, que dejó de ser el eje del comercio y con ello del mundo monetario.

A medida que la corona española iba expandiendo sus posesiones en ultramar, y especialmente tras la conquista del Perú y México, los Reales de Ocho comenzaron a acuñarse también en América. Carlos I, en 1517, creó la Audiencia de México o Nueva España, y el 11 de mayo de 1535 se estableció por Real Cédula la Casa de Moneda de México, la casa de moneda más antigua de América (procediendo el metal de los yacimientos mexicanos de Zacatecas y Guanajuato). La riqueza de las minas de Potosí (donde se encontraban las riquísimas minas de plata, prácticamente una montaña maciza de plata, el mayor yacimiento argentífero que haya existido nunca) darán origen al nacimiento de la casa de la moneda del mismo nombre y al nacimiento de la ciudad entre 1544 y 1554.


Durante los sesenta años siguientes, en Potosí la población aumentó a 160.000, igual que Londres o París. El Cerro Rico de Potosí puede haber producido el 60 % de toda la plata extraída en el mundo durante la segunda mitad del siglo XVI. Sus vetas eran increíblemente ricas. Además de estos depósitos naturalmente generosos, una serie de nuevas tecnologías de producción –la más famosa la amalgama de mercurio o método de patios- combinadas para dar a las minas hispanoamericanas los costes de producción más bajos de plata. Este fenómeno del lado de la oferta fue particularmente fortuito, ya que coincidió cronológicamente con el extraordinario aumento en el valor de la plata causado del lado de la demanda China


Vista panorámica de la villa boliviana de Potosí. Al fondo el Cerro Rico, considerado como la veta de plata 
más rica del Imperio, y probablemente del mundo  

La combinación de costes de producción bajos del lado de la oferta en Hispanoamérica y el aumento del lado de la demanda chino en el valor de la plata en Asia generó probablemente el auge de minería más espectacular en la historia humana

Difusión por el mundo

Durante más de tres siglos el Real de a Ocho no sólo fue moneda internacional, sino que también fue el principal producto de exportación en los Estados del norte del Nuevo Mundo, las Antillas, Filipinas, China, Japón, Indochina, Corea, India y los Estrechos malayos; además de utilizar el Real de a Ocho en las transacciones comerciales con Oriente, Inglaterra y Francia.

Fue tal su difusión, que todos los comerciantes europeos que adquirían mercancías en Oriente debían necesariamente satisfacer su adquisición en moneda de plata española, por lo que tanto en las carabelas portuguesas como posteriormente en los barcos de las compañías holandesas, británicas, francesas o danesas se llevaba el Real de a Ocho como moneda de intercambio, y esto siguió produciéndose hasta bien entrado el siglo XIX.


Mapa holandés de 1635 de las Indias Orientales

También circulaba la moneda española en las Trece Colonias británicas de América del Norte, mucho antes de que declararan su independencia. Por la dificultad de las navegaciones llegaban pocas libras esterlinas a las colonias, y era mucho más fácil surtirse de los cercanos y acreditados reales de a ocho acuñados en México que de libras inglesas, de modo que en las Trece Colonias la moneda española circulaba normalmente, y era conocida primero como «spanish thaler», pasando después a «spanish daller», y más tarde a «spanish dollar» (Los reales de a ocho fueron conocidos como «taleros», por su parecido con la recia moneda austríaca «thaler»).




Columnario de plata, inspiró para crear el símbolo del dólar, $. 
Este columnario pertenece al reinado de Fernando VI, acuñado en la ceca de México


Los reales de a ocho tenían un valor nominal de 8 reales en España y sus territorios de ultramar, pero la necesidad de moneda fraccionaria causó que a menudo las piezas fueran cortadas físicamente en cuatro u ocho trozos, para lograr un cambio más pequeño. Fuera de la monarquía universal española era muy difícil obtener monedas españolas de plata con denominaciones menores a las del real de a ocho, por lo cual la partición física de la moneda era el único modo de obtener fracciones y posteriormente resellarlas para su uso.

Muchas monedas, como las de los países que se independizaron en América, el Dólar canadiense, el Yuan chino, el Yen japonés, el Peso filipino y otras alrededor del mundo, se basaron inicialmente en el Real de a Ocho. Esta aceptación global fue el origen del símbolo «$» que se utilizó en libros de cuentas de todo el mundo, imitando de manera simplificada las columnas y bandas que aparecían en la moneda del Real de a Ocho.

En la América Española la circulación del Real de a Ocho rebasó la época de dominio español y acuñó en la ceca de México, la única autorizada para acuñar. Los realistas crearon cecas provisionales en Chihuahua, Durango, Guadalajara, Guanajuato, Sombrerete, Zacatecas, Oaxaca, Valladolid, Real del Catorce y Monclova.


Muchas monedas, como las de los países que se independizaron en América, el Dólar canadiense, el Yuan chino, el Yen japonés, el Peso filipino y otras alrededor del mundo, se basaron inicialmente en el Real de a Ocho. Esta aceptación global fue el origen del símbolo «$» que se utilizó en libros de cuentas de todo el mundo, imitando de manera simplificada las columnas y bandas que aparecían en la moneda del Real de a Ocho.

Las Indias Orientales. 1730

Cuando llegó el momento de la emancipación de las colonias norteamericanas, los flamantes Estados Unidos repudiaron formalmente la moneda británica y se vieron en la necesidad de acuñar moneda propia. El Real de a ocho sirvió entonces de modelo para el nacimiento del Dólar y así, la unidad de plata del sistema monetario de Estados Unidos, creada por ley de 2 de abril de 1792, nació tomando de base la “Piastra”, voz indígena, con la que los mexicanos se referían al Real de a Ocho español. De hecho, al principio los dólares USA eran garantizados con reales de a ocho. Como anécdota diremos que hasta 1997 se mantuvo la costumbre en el mercado bursátil estadounidense de vender y comprar acciones en octavos, por el real de a ocho que era la divisa de garantía cuando comenzó a funcionar Wall Street.

55 dólares estadounidenses (españoles) de 1779.

El prestigio internacional del real de a ocho hizo que la tomaran como único medio de cambio del comercio internacional para comerciar con Oriente y obtener té, sedas, marfil, etcétera. Y cuando China emitió su primera moneda de plata, el tahel, en 1899, lo hizo según el modelo español del real de a ocho.

China. El mejor cliente del imperio

Mapa de China, de Matthias Quad, Colonia, 1600.

Los principales productores de plata a nivel mundial eran las Indias españolas y Japón, no Europa; y China era el principal mercado de destino de la plata. Japón disponía también de una importante producción, pero el imperio español lideraba el mercado.

Gracias al Galeón de Manila, las monedas de las Españas llegaban también en grandes cantidades a Filipinas, el gran mercado de comercio de Asia, en los galeones que desde 1565 hasta 1813, hacían la ruta Acapulco-Manila y regresaban llevando las costosas porcelanas y sedas de China, junto con las especias y otros artículos de lujo de la India, con destino a los mercados americanos y europeos.

Estimaciones oficiales conservadoras indican que sólo América Latina produjo aproximadamente 150.000 toneladas de plata  entre 1500 y 1800 (Barrett 1990, p. 237), quizás excediendo el 80 % de la producción entera mundial en éste lapso de tiempo. Se sabe que de las Indias españolas salían al año unos cinco millones de pesos a reinos extraños, ya de Nueva España vía Acapulco a China, ya del Paraguay para Brasil, o de los demás dominios españoles por las muchas y secretas minas del contrabando. Asia e incluso África eran el destino de las riquezas de nuestras Indias, porque atravesando los océanos iban a esconderse a los reinos de la China, Japón, la India Oriental, Persia, Constantinopla, Gran Cairo y Berbería, y defendía que apenas corría entre aquellas gentes remotas otra moneda que reales de a ocho y doblones castellanos.

Uno de los principales mercados del de esta plata –en forma de monedas de real de a ocho- fue China y los pueblos asiáticos, que aceptaban esta moneda por su valor intrínseco. Los españoles  introdujeron en China miles de toneladas de plata entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XVII, que se unieron a las cantidades del mismo metal que se importaban desde Japón.

Tal como señalan los investigadores Dennis O. Flynn y Arturo Girálde en su publicación “Born with a ‘Silver Spoon’:The Origin of World Trade in 1571” : …”La producción y la distribución de la plata durante los tiempos modernos en el hemisferio occidental se han estudiado extensamente, aunque se ha eliminado sistemáticamente del relato al cliente más grande del mundo, en esta época, que fue China. Esto es peculiar. … El predominio de China como un importador de plata fue fundamental al menos durante el nacimiento del comercio mundial. Godinho (1963, 1:432-65) acertadamente describió a China como "una bomba de succión”, "una aspiradora" que atrajo la plata a escala mundial durante siglos…. El valor de la plata en el territorio chino era el doble que en cualquier parte. Este hecho es reflejado en las estimaciones bimetálicas realizadas por Chuan (1969, p. 2): "Desde 1592 hasta el temprano siglo XVII el oro era cambiado por la plata en Cantón a razón de 1:5.5 a 1:7, mientras que en España el tipo de cambio era 1:12.5 a 1:14, cuestión que indicaba que el valor de plata era dos veces más alto en China que en España”. Estas cifras bimetálicas divergentes crearon perspectivas enormes para un comercio muy provechoso, ya que los exóticos productos de China se compraban por precios muy bajos en comparación a los de venta en Europa, dado el gran valor en plata de nuestra moneda para los chinos.

Claro que con el tiempo, también llegó la inflación:Tales infusiones masivas de plata disminuyeron el poder adquisitivo del metal. La plata, como cualquier artículo, perdió su alto valor cuando el suministro excedió la demanda habitual. Esto a su turno afectó los precios de casi todo en el Imperio, porque la estructura de precios estaba atada al valor de plata. "

…”El metal se había hecho más abundante y su poder adquisitivo se disminuyó. Esta tendencia inflacionista afectó el valor de todas las materias primas, por cuanto todo había sido valuado en la plata y ésta había perdido su valor. Si la plata perdía valor, más dinero se necesitaba plata para comprar los artículos que sí lo habían mantenido”… a la larga esto provocaría la decadencia de ambas economías, que no contemplaron contingencias específicas que rebatieran  el estancamiento de la demanda.

Patrón para el resto de monedas

En todo caso, lo cierto es que millones de Reales de a Ocho fueron acuñados a lo largo de varios siglos, y no solo fueron ampliamente utilizados durante el período colonial en las Américas, sino también en África y Asia hasta bien entrado el siglo XIX. A menudo las monedas tuvieron sellados con caracteres extranjeros para que parecieran de curso legal en muchos países del mundo, como se puede ver en las muestras a continuación.

Anverso de moneda de 8 reales (plata) de Carlos IV de 1797
 con resello de Arabia Saudí.

Real de a 8 con resello de Australia



 8 reales (plata) de Carlos III con resello de Birmania


8 reales de Carlos III de 1780 con resello de Ceilán.


8 reales de Carlos IV de 1796 con resello de Sudán.


Real de a 8 con resello de Thailandia


Real de a 8 con resello de Zanzibar

En resumen, la unidad del comercio mundial hasta el siglo XIX fue el real de a ocho, que precedió a la libra esterlina de oro inglesa y al dólar de plata estadounidense en su hegemonía financiera mundial.

Un final que no lo fue tanto

En la América Española la circulación del Real de a Ocho rebasó la época colonial de dominio español y acuñó en la ceca de México, la única autorizada para acuñar. Los realistas crearon cecas provisionales en Chihuahua, Durango, Guadalajara, Guanajuato, Sombrerete, Zacatecas, Oaxaca, Valladolid, Real del Catorce y Monclova.

Fallecida la Monarquía Católica Universal, el real mantuvo su poder competitivo y era la moneda reserva que se atesoraba en China, India y Medio Oriente. El real de a ocho era todavía a mediados del siglo XIX la moneda más universal e incluso a finales del siglo XIX, el papel desempeñado por el Real de a Ocho era notorio en Oriente, donde mantenía su autoridad indiscutida frente a otras unidades de plata que emergían con fuerza, como el dólar norteamericano, el yen japonés, el thaler austriaco, la piastra francesa, la rupia india, el chelín de plata británico y prevalecerá como moneda de reserva en China, India y los Estados del Medio Oriente.

Tan generalizada fue la influencia del Real de a Ocho que se estima que el 32% de la población mundial vive hoy día en países con monedas nombradas, u originalmente creadas basándose en el modelo de esa moneda única.

Hay que señalar no obstante que la Libra Esterlina  superó al Real de a Ocho como divisa de referencia  occidental durante parte del siglo XIX hasta mediados del XX. Sin embargo, aún siendo el Imperio Británico el poder dominante en ese periodo, los ingleses tenían que tragarse su orgullo en las negociaciones con los países de oriente.

Así por ejemplo, resulta ilustrativo el caso de Singapur: En 1918  Thomas Stamford Raffles  fue comisionado por el gobierno británico para negociar un puerto franco del imperio  en el sur de la península de Malaca. En 1819 se logró el acuerdo que convirtió a Singapur en puerto libre británico, a cambio del pago anual a las autoridades locales de ocho mil “spanish dollars” -8.000 Sp$-, esto es , ocho mil  reales de a ocho. Durante el primer año, los ingresos del comercio rondaron los 400.000 Sp$ (dólar español). En 1821 la población de la isla aumentó en 5000 habitantes y el volumen del comercio fue de 8 millones de Sp$. La población superó los 10.000 habitantes en 1825, manejando cifras de 22 millones de Sp$. En 1823, Raffles firmó un segundo tratado, el cual extendía la posesión del Imperio británico en la isla, a cambio de la entrega a las autoridades de 2300 sp$ al mes de por vida.

Plano de la fundación del puerto franco británico de Singapur

Por otro lado, los estadounidenses, que conocían  al Real de a Ocho como el “Spanish Dollar”, le dieron tal importancia a aquella moneda que adoptaron para siempre el españolísimo símbolo de las Columnas de Hércules (grabado en ella), como símbolo de su actual moneda. Mientras circuló en Estados Unidos el Real de a Ocho valía lo mismo que un dólar. Existe una anécdota muy singular y es que el precio de las acciones en el mercado de valores de los Estados Unidos estaba denominado en octavos de dólar hasta el 24 de junio de 1997.


Wall Street, donde hasta 1997 las acciones se valoraban en octavos de dólar, herencia del Real de a ocho

El Dólar Estadounidense sustituyó como moneda de reserva mundial a la libra esterlina después de la II Guerra Mundial. En julio del 1944, en la Conferencia de Bretton Woods celebrada en Estados Unidos. Es la moneda de reserva más importante hoy en día, más del 50 % de la suma total de reservas internacionales han sido en dólares. Por esta razón, se considera que el dólar estadounidense tiene el estatus de moneda de reserva, permitiendo a los Estados Unidos tener mayores déficits comerciales con un impacto económico limitado siempre que los mayores poseedores extranjeros de dólares continúen acumulándolos.

El euro es actualmente la segunda moneda más comúnmente utilizada en las reservas internacionales, con una cuota aproximada de un 27 %, segunda moneda de reserva más importante tras el dólar estadounidense.

Pero fue el Real de a Ocho de las Españas el que marcó el camino, perduró más tiempo y abarcó más territorios. Y es de recibo contarlo...  


FUENTES UTILIZADAS

El real de a ocho: su importancia y trascendencia Dra. Dª. María Ruiz Trapero. Catedrática Emérita de “Epigrafía y Numismática” de la Universidad Complutense de Madrid

El real de a ocho español: tres siglos de la moneda más universal de la historia.  Doctor Pedro Damián Cano Borrego. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Revista Oro Información.  26 octubre, 2017

El real de a ocho español y las primeras economías-mundo a finales del siglo XVIII. Doctor Pedro Damián Cano Borrego. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Revista Oro Información.  26 septiembre, 2018







jueves, 26 de marzo de 2020

Océano Pacífico. El lago español



 “Para muchos españoles la región de Asia y el Pacífico es percibida, todavía hoy, con una sensación de misterio, distancia y desconocimiento. Y sin embargo fue España quien “descubrió” el Pacífico para Occidente y circunnavegó el orbe con Juan Sebastián Elcano abriendo la nueva “ruta de la Seda” marítima entre Europa, el Nuevo Mundo y Asia…
 “El Galeón de Manila trazó la ruta desde Nueva España a Filipinas durante dos siglos y medio, impulsando el comercio de mercaderías y potenciando los intercambios culturales. Su presencia en ese escenario fue lo suficientemente importante como para que  “el lago español” se convirtiese en el término con el que se conoció al océano Pacífico durante siglos.” 
The Spanish Lake”. 1979

Aunque bastante desconocido por muchos, lo cierto es que España escribió también con tinta imperecedera la historia universal en el Océano Pacífico. Desde que el portugués Fernando de Magallanes al servicio del emperador Carlos I comenzara la circunnavegación del mundo hacia el oeste en 1519,  los vascos Juan Sebastián Elcano -que completó esa vuelta al mundo en 1521- , o  Miguel López de Legazpi que conquistó Filipinas, o Urdaneta con el primer Tornaviaje, o la expedición  de Álvaro de Mendaña, y otras muchas de andaluces, aragoneses, mallorquines, extremeños, castellanos  etc… las aguas del Pacífico fueron surcadas en exclusividad, durante más de cien años, por navíos españoles, estableciendo nuevas derrotas y descubriendo tierras e islas desconocidas hasta el momento, bautizándolas con nombres españoles que aún hoy persisten. 


Confines del mundo. Mapa de Theatrum orbis terrarum, de Abraham Ortelius. Amberes, 1570. 

La exploración española del Pacífico llevó al descubrimiento del archipiélago filipino y de gran parte de las islas que forma parte de este gran océano. Todos los archipiélagos que componen Micronesia (Marianas, Carolinas, Palaos, Gilbert y Marshall), varios de la Melanesia (Santa Cruz, Salomón, Almirantazgo y Nuevas Hébridas) y también de la Polinesia (Tuamotou, Line, Cook, Marquesas y Ellice), así como los primeros avistamientos de Nueva Guinea, Hawái  y Australia, se deben a España. A españoles también se deben las primeras descripciones de sus tierras y habitantes, las primeras colonizaciones y la introducción del comercio, la lengua y la religión.

Aunque cada una de estas epopeyas da para varios libros, sirva la breve recopilación que sigue para traer a estos gigantes de nuevo a nuestra memoria .

El comienzo. Un baño inmortal


El 25 de septiembre de 1513, sólo 21 años después del descubrimiento del Nuevo Mundo, se produce otro hecho determinante para el devenir de la Historia, el “descubrimiento del Pacífico”.

El célebre escritor austriaco Stefan Zweig es el autor de un libro de pasajes de la historia titulado Momentos estelares de la humanidad. El libro narra en forma de miniaturas catorce episodios que Zweig consideraba fueron claves en la historia universal, con sus protagonistas respectivos: desde Cicerón hasta Goethe, pasando por Lenin, Vasco Núñez de Balboa o Napoleón. Diferentes épocas, distintos sucesos que nada tienen que ver entre sí, pero que componen un salto hacia adelante en su época, un líder que marca la diferencia, que supondrá un antes o un después. Algunas muy claras, como la toma de Bizancio, otras más sutiles, como la creación de la Marsellesa, pero todos hitos para el autor.

Por su evidente relación con el asunto que nos ocupa, referimos aquí la parte  del momento que se describe en el capítulo “Vasco Núñez de Balboa. Huida hacia la Inmortalidad. El Descubrimiento del Océano Pacifico. 25 de Septiembre de 1513” en que  nuestro compatriota –primer occidental en hacerlo- se “mojó” en este inmenso mar, y admiremos como este gran narrador austriaco recrea el inmortal momento:

“… Al día siguiente —el de san Miguel según el calendario—, aparece en la playa, acompañado tan sólo por veintidós de sus compañeros, para, como el santo, armado y ceñido el coselete, tomar posesión del nuevo mar en una solemne ceremonia. No camina de inmediato hacia las olas, sino que, como su dueño y señor, aguarda arrogante, descansando bajo un árbol, a que la marea creciente empuje sus olas hasta él y como un perro sumiso acaricie sus pies con la lengua. Sólo entonces se levanta, se echa a la espalda el escudo, que refulge al sol como un espejo, y, tomando en una mano la espada y en la otra el pendón de Castilla con la imagen de la madre de Dios, avanza hacia el agua. 

Sólo cuando las olas le llegan hasta las caderas, cuando está por completo metido en esas vastas aguas desconocidas, Núñez de Balboa, hasta entonces un rebelde, un aventurero, ahora un triunfador y el más fiel de los siervos de su rey, agita el estandarte hacia todos los lados y en voz alta exclama: « ¡Que vivan los altos y poderosos monarcas don Fernando y doña Juana de Castilla, de León y Aragón, en cuyo nombre y por la Corona Real tomo y aprehendo la posesión real y corporal y permanente de todos estos mares y tierras y costas y puertos e islas… Y si algún otro príncipe o capitán, cristiano o infiel o de cualquier ley o secta o condición pretende algún derecho a estas tierras y mares, yo estoy presto y aparejado de se lo contradecir o defender en nombre de mis reyes presentes o por venir, cuyo es este imperio y señorío de aquellas Indias, islas e tierra firme septentrional y austral… sea con o sin los trópicos de Cáncer y Capricornio… …, ahora y en todo tiempo en tanto que el mundo dure hasta el universal final juicio de los mortales…”



Núñez de Balboa, después de haber tomado posesión de sus aguas en nombre de la Corona española, lo denominó «mar del Sur», ya que en relación con el «mar Caribe» se le apareció situado al sur del mismo.

La Era de los Descubrimientos en el Gran Océano (Siglos XV y XVI)

Las expediciones más importantes fueron las que tuvieron lugar en la denominada Era de los Descubrimientos (que abarcó principalmente los siglos XV y XVI), y están fuertemente vinculadas a la expansión americana y oceánica del imperio español, así como a la africana y asiática del portugués.

Por la parte española, en los años siguientes al descubrimiento de Balboa, Magallanes-Elcano (1521), Jofre de Loaísa (1526), Saavedra (1527), Grijalva (1536) y López de Villalobos (1542) surcaron el Pacífico para conectar las costas americanas con las islas Molucas –la mítica fuente de las preciadas especias–, las Filipinas, China y Japón. Gracias a ellos, y como ya se ha visto en anteriores entradas,  Urdaneta pudo inaugurar, en 1565, la ruta de vuelta de Asia  a América que seguiría durante siglos el Galeón de Manila.

La Expedición de Magallanes-Elcano circunnavegó por vez primera nuestro planeta, y fue en ella donde este mar se renombró como «mar Pacífico», al considerar tranquilas sus aguas por no encontrarse con ninguna tempestad durante su navegación por él.

Para los seguidores de los mapas –tan abundantes en este blog-, y más aún  si valoran el trabajo bien hecho, el ingeniero español Tomás Mazón, dedicó durante 2018 y 2019 buena parte de su tiempo libre a confeccionar un detallado mapa diario del derrotero específico seguido por esta inmortal expedición, partiendo además para sus cálculos de las fuentes originales, el piloto Francisco Albo y el cronista Antonio Pigafetta. La web donde ha reflejado este interesantísimo trabajo se llama https://www.rutaelcano.com/



La forma de traslación a mapas de las coordenadas diarias, la explica personalmente el autor: “Albo nos aporta día a día su latitud o "altura" sobre el ecuador, es decir, los grados de separación al ecuador, que es capaz de hallar tomando la altura del sol sobre el horizonte a mediodía. Además de esto, nos indica el rumbo seguido, y en bastantes ocasiones también una estimación de las leguas recorridas en el día”


En el mapa se incluyen las posiciones diarias de la expedición, mediante marcadores. Pinchando en cada uno de estos marcadores, se abrirá una ventana emergente con el texto original del Derrotero de Francisco Albo para el día elegido, y en algunas ocasiones con el de la Relación de Antonio Pigafetta para aportar más información.

El resultado del trazado de esta  singladura se puede visualizar tanto en Google Map como en Google Earth


En cuanto a sus descubrimientos, la expedición encontró por vez primera el paso al océano Pacífico el 21 de noviembre de 1520 y llegó a la isla de Orona (islas Fénix), tomando posesión de las islas para España. En su travesía, descubrió el archipiélago de las Tuamotu y visitó la isla Puka-Puka, a la que llamó «San Pablo». La expedición llegó a Guam, donde fondearon para recoger víveres y hacer aguada. ​


Estrecho de Magallanes. Vista por satélite

El 16 de marzo llegaron a Sámar, lo que significó el descubrimiento de las islas Filipinas, que Magallanes llamó «islas de San Lázaro», y reclamó las islas para España. En Mactán, Magallanes murió combatiendo el 21 de abril de 1521, al querer someter por la fuerza a los indígenas. En Mindanao, el segundo de a bordo, Juan Sebastián Elcano, se hizo cargo de la expedición y se dirigieron a las islas Molucas a recoger especias, desde donde partirían hacia España.


Derrotero diario de la primera vuelta al mundo  visualizado en Google Map. Fuente: https://www.rutaelcano.com/

Derrotero diario de la primera vuelta al mundo  visualizado en Google Earth. Fuente: https://www.rutaelcano.com/

Las últimas dos naos, la Victoria y la Trinidad, se separaron debido a una avería en la Trinidad. La Victoria puso rumbo oeste por el océano Índico y la Trinidad, al mando de Gonzalo Gómez de Espinosa, intentó buscar el tornaviaje  por el océano Pacífico.

Aunque alcanzó la latitud correcta -el primero en llegar a 42º Norte-, por mal tiempo y grandes desperfectos de su nao,  Gómez de Espinosa no consiguió su objetivo, teniendo que regresar a las Molucas, donde fue hecho prisionero por los portugueses. Queda para la  historia que en su recorrido descubrió las Islas Palaos, la isla de Sonsoral y las Islas Marianas. Vivió para contarlo al emperador.



Tras la primera circunnavegación del mundo, Carlos I encargó a García Jofre de Loaísa y a Juan Sebastián Elcano comandar otra expedición para tomar posesión de las islas Molucas en nombre de la Corona, al mando de siete barcos.

En su travesía, llegaron al Pacífico en mayo de 1526. La expedición estaba siendo desastrosa: sufrieron el hundimiento de una de las naves, la Santa María del Parral, la pérdida de la Sancti Spiritus y las deserciones de la Anunciada y la San Gabriel. Además, las naves comenzaban a averiarse por los embates del mar y los tripulantes fallecían a mano del escorbuto. Entre ellos murieron Loaísa y Elcano. Durante el viaje se perdieron el patache Santiago, que llegó a la Nueva España y la San Lesmes de la que no se supo, pues se cree que pudo recalar en Tahití, en la isla de Amanu, en las Tuamotu o que llegaran hasta Nueva Zelanda y naufragaran en la costa meridional de Australia; desde allí la tripulación habría costeado la isla hasta pasar el cabo York, siendo después apresados por los portugueses.

La única nave superviviente de la expedición, la Santa María de la Victoria, continuó el viaje para llegar a las islas Marianas y descubrieron el 21 de agosto la isla de San Bartolomé (Maloelap), pero no pudieron tocar tierra y continuaron hasta llegar el 5 de septiembre la isla de Guam.​

Derrotero diario de la ruta de Loaisa.  visualizado en Google Map. Fuente: https://www.rutaelcano.com/exploracion-del-pacifico

A partir de la expedición de Loaísa y hasta el siglo XVIII, los viajes se organizan y salen de puertos del Nuevo Mundo, del virreinato de la Nueva España primero y posteriormente del Perú, retornando también a los mismos una vez encontrado el paso del tornaviaje.

Así, Hernán Cortés, una vez conquistado México y tras requerimiento del emperador Carlos, prepara una expedición de apoyo a Loaísa que es comandada por su primo  Álvaro de Saavedra Cerón, partiendo de México en octubre de 1527.

En este viaje se encontraron numerosos hallazgos geográficos: Namonuito en las Carolinas centrales, así como las islas Los Reyes identificadas como Faraulep; también se encontraron con la Nueva Guinea, la cual costeó por el norte y donde, durante la vuelta, se aprovisionaron. En el tornaviaje se descubrió la isla de Paine, una de los grupos situados entre Halmahera y Nueva Guinea; por último, numerosas islas en las islas Carolinas, también las islas del Almirantazgo y las islas Marshall que fueron reclamadas e incorporadas a España.​

Se cree que los  exploradores de esta expedición llegaron al archipiélago de Hawái dos siglos antes de que el capitán James Cook las visitara en 1778. 

Derrotero diario seguido por Álvaro de Saavedra. Fuente: https://www.rutaelcano.com/exploracion-del-pacifico

El siguiente protagonista será  Hernando de Grijalva, –navegante que había explorado el noroeste de La Nueva España y las islas Revillagigedo–, enviado por Hernán Cortes al Perú en auxilio de Pizarro en 1535. A su regreso Grijalva decide adentrarse en el Pacífico, no sin disensión con sus tripulantes, lo que posiblemente le costó la muerte ya que parece ser murió asesinado por sus marineros, llegando a algunas de las actuales islas Gilbert y de allí a aguas de Nueva Guinea-Papua, donde descubrieron diferentes islas.

El primer virrey de México D. Antonio de Mendoza organizó una tercera expedición al mando de Ruy López de Villalobos, que zarpó de México en 1542 y en su recorrido,  se descubrió la isla Clarión, la isla Wotje en la zona oriental de las Marshall; el grupo insular de Kwajalein, a la que llamaron «islas Los Jardines», en las Marshall centrales; la isla de Fais en las Marshall occidentales y la isla de Yap en las Carolinas occidentales.


Expedición de Ruy López de Villalobos. Fuente http://lanaova.blogspot.com/2010/03/la-ruta-de-villalobos.html


La Conquista de Filipinas y el Tornaviaje

El segundo virrey de Nueva España, Luis de Velasco, encargó a Miguel López de Legazpi hacerse a la mar en una nueva expedición. Zarpó de Puerto de Navidad el 21 de noviembre de 1564 y en el viaje conquistó Guaján (Guam), las islas Carolinas, las islas de Saavedra (islas Marshall) y las islas Marianas. El 27 de abril de 1565 Legazpi llegó a las Filipinas, tocando Sámar donde comenzaría la conquista. Tras recorrer y reconocer las principales islas de Filipinas, Legazpi fundó, no sin lucha con los nativos, dos colonias, una en Cebú y otra en Luzón, Manila, que posteriormente será declarada capital de la Gobernación y Capitanía General de las Filipinas dependiente del virreinato de la Nueva España, constituyendo su límite occidental.

Además de la conquista de las Filipinas por Miguel López de Legazpi, se descubrió el Tornaviaje a América gracias a Andrés de Urdaneta que abrió una nueva ruta comercial a través de la corriente de Kuroshio, tras ascender a 40º latitud y de allí rumbo a las costas de California, arribando en el puerto de Acapulco el 8 de octubre de 1565. Con el tiempo esta ruta sería el principal lazo que uniría las posesiones de España en América con sus baluartes en Asia del que sería el Galeón de Manila, del que ya hemos hablado en anteriores entradas.


Expedición de Legazpi desde Nueva España a Filipinas, y Tornaviaje de Urdaneta.

El Pacífico Sur. Buscando la Terra Australis Incognita (Siglos XVI y XVII)

Una vez asegurada por parte de España la posesión de Filipinas, así como establecida una ruta de regreso a Nueva España que permitía mantener una línea regular de comercio con Asia, la mirada de los españoles se dirige al Pacífico Sur.

Al imparable afán de nuestros antepasados por descubrir nuevos territorios, se unía también el interés por desentrañar algunos misterios que se habían transmitido de la Edad Media y la antigüedad europea, como eran el de la Tierra de Ofir –donde se decía estaban las riquísimas minas de oro del rey Salomón- , o la también misteriosa Terra Australis Incognita –territorio teorizado por Aristóteles y que a su juicio era preciso para equilibrar el peso de las tierras del Hemisferio Norte-. Estas leyendas fueron inconscientemente alimentadas por los Incas del Perú al hablarles a los españoles de las riquísimas islas que existían en el mar del Sur.

Las expediciones más relevantes que se producen en este sentido son las dos que dirigió Álvaro de Mendaña y Neyra, y la de  Pedro Fernández de Quirós, marino portugués al servicio de España.

En 1567-1568 Mendaña navegó desde Perú hasta las islas Salomón en la que fue la primera expedición a las Salomón. Entre ellas, descubrió por ejemplo la isla de Guadalcanal. En 1595 lo intentó de nuevo,  descubriendo las  islas Marquesas y llegó a las islas Santa Cruz (al este de las islas Salomón hacia Fiyi). Él murió y los supervivientes, comandados por su esposa Isabel de Barreto- llegaron a las Filipinas.


Derrotero diario seguido por la expedición de Álvaro de Mendaña. Fuente: https://www.rutaelcano.com/exploracion-del-pacifico

Islas Marquesas Aquí llegó en 1595 la expedición de Álvaro de Mendaña. A la isla de Fatu Hiva (en la imagen) le puso el nombre de Magdalena en honor de la esposa del virrey de Perú. Foto: Gregory Gerault / Gtres Fuente: https://www.nationalgeographic.com.es/temas/oceano-pacifico/fotos/1/45


Un paraíso perdido. Mendaña dedicó todos sus esfuerzos en regresar a las islas Salomón, pero nunca lo consiguió. En la imagen, laguna Marovo, en las islas Salomón. Foto: Massimo Pignatelli / Fototeca 9x12 Fuente: https://www.nationalgeographic.com.es/temas/oceano-pacifico/fotos/1/45


En 1606  Quirós  llegó Vanuatu al sur de las islas Salomón. Continuó explorando, se perdió, y navegó hasta México. Uno de sus barcos, al mando de Luis Váez de Torres, siguió navegando hacia el oeste y alcanzó Nueva Guinea. También fue el primer europeo que descubrió Tahití.

En esta primera época se descubrieron muchas islas y archipiélagos en el Pacífico, siendo los más importantes:

·         1521: Guam y las islas Marianas, por Magallanes;
·         1526: islas Marshall, por Alonso de Salazar, de la expedición Loaísa;
·         1543: islas Bonin, al sur de Japón, por Bernardo de la Torre, desde México;
·         1568: islas SolomonTuvalu e isla Wake, por Álvaro de Mendaña, desde Sudamérica;
·         1574: islas Juan Fernández por Juan Fernández, accidentalmente;
·         1595: islas Marquesas e islas Santa Cruz, por Álvaro de Mendaña, desde Sudamérica;
·         1606: archipiélago Tuamotu y Nuevas Hebridas (Vanuatu) por Pedro Fernández de Quirós, desde Sudamérica;

Aunque el siglo XVII fue una época de decadencia para el Imperio, España desarrolló mucho su presencia en el Pacífico y mantuvo la mayoría de sus posesiones en Asia. Por ejemplo, en 1626 una expedición española fue enviada desde las Filipinas para conquistar Taiwán (isla Formosa) al mando de Antonio Carreño Valdés. Españoles y holandeses se enfrentaron reiteradamente en Taiwán, el debilitamiento de la presencia española hizo que abandonaran Tamsui en 1638, mientras que en 1642 una flota holandesa conquistó La Santísima Trinidad y expulsó a los españoles de Taiwán.

En 1646, una serie de cinco combates navales conocidos como las batallas navales de Manila se libraron entre las fuerzas de España y las holandesas, en el marco de la guerra de los Ochenta Años. Aunque las fuerzas españolas eran de tan solo dos galeones de Manila y una galera con tripulaciones compuestas principalmente de voluntarios filipinos, contra tres escuadrones holandeses, constituidos por un total de dieciocho naves, los escuadrones holandeses fueron derrotados severamente en todos los frentes por las fuerzas españolas, lo que obligó a los holandeses a abandonar sus planes para una invasión de las Filipinas.

Las exploraciones españolas de la Ilustración (Siglo XVIII)

En el siglo XVIII, las rivalidades entre los Estados europeos desbordan los límites del Viejo Continente y se manifiestan en los ámbitos coloniales, particularmente desde mediados de la década de 1760. Y es que en este siglo asistimos a un incremento de la actividad colonizadora de los europeos en el resto del mundo, de forma que a las razones políticas y militares de las exploraciones hay que añadir las económicas y un interés científico auspiciado por la Ilustración, sobre todo por el desarrollo de la astronomía —impulsada por Newton y Halley—.Durante el siglo XVIII se produce una adaptación a los ideales de la Ilustración, con lo que la finalidad científica gana importancia, sin abandonar la estratégica y militar. 

Durante esta época, el Virreinato del Perú influyó en el Pacífico con el envío de varias expediciones a la Polinesia, como las expediciones españolas a Tahití y la expedición de González de Haedo a la isla de Pascua.

Playa de Tahiti. Los españoles realizaron hasta tres expediciones entre 1772 y 1775

Isla de Pascua y sus fascinantes Moais, explorada a finales de 1770 por los españoles

La gran expedición Malaspina

El Viaje científico y político alrededor del mundo, más conocido como Expedición Malaspina o Malaspina-Bustamante, en honor a Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra, fue una expedición financiada por la Corona española en la época ilustrada de Carlos III. 

A Alejandro Malaspina se le ha comparado con Cook, La Pérouse y Humboldt. Noble italiano, oficial de la Armada y súbdito de la Corona española, en 1789 se puso al frente de una ambiciosa expedición compuesta por dos corbetas -Descubierta y Atrevida - y una tripulación de 204 seleccionados tripulantes, entre ellos tres naturalistas ( Antonio Pineda,  Tadeo Haenke y  Luis Née), seis dibujantes y un cartógrafo. Otros nombres: Guerra, Espinosa y Tello, Juan Gutiérrez de la Concha o Felipe Bauzá. Los objetivos científicos son realizar levantamientos cartográficos, los estudios etnográficos y de historia natural, y realizar informes sobre tráfico portuario, comercial y la producción económica. 

Los objetivos políticos eran secretos: el estado del imperio y la actitud de la población. Ambas fragatas eran dos laboratorios flotantes, equipadas con el más moderno material científico. Solamente fue inadecuada la fecha: pocos días antes de partir había estallado la Revolución Francesa, cambio de ciclo que a la vuelta de la expedición tuvo sus consecuencias.

Corbetas Descubierta y Atrevida

En los cinco años que duró la expedición recorrieron la costa americana: Montevideo, Malvinas, cabo de Hornos, Concepción, Santiago de Chile, América Central, México, llegando hasta Alaska. Pusieron fin al mito del paso del Noroeste. Desde Acapulco partieron las dos corbetas hacia el Pacífico para un viaje de año y medio: Nueva Zelanda, Australia, Filipinas. Regresaron al Callao y la expedición se dividió: un grupo llegó al Atlántico cruzando los Andes y otro doblando el cabo de Hornos. En 1794 regresaron a Cádiz.


Rutas realizadas por las corbetas La Descubierta y La Atrevida en la expedición Malaspina (1789-1794).

Allí donde estuvieron realizaron todo tipo de observaciones científicas: astronómicas, geográficas, etnológicas, lingüísticas botánicas, zoológicas, cartográficas y de exploración. Acumularon una gran cantidad de información. La expedición había cumplido gran parte de sus objetivos: la colección de cartas hidrográficas, observaciones sobre la gravedad y el magnetismo terrestre, inspección de minas, herbarios, colección de minerales y animales, materiales etnográficos e iconográficos, informes económicos… en resumen, levantaron el mapa social del imperio hispánico.

En la corte, Malaspina presentó un informe político confidencial favorable a la concesión de una amplia autonomía para los virreinatos, mientras se dedicaba a preparar una gran obra sobre los resultados de la expedición. Una intriga política de Godoy terminó en el procesamiento y condena de Malaspina a diez años de cárcel en 1796. Liberado en 1803, murió en Italia en 1810. Los materiales de la expedición se dispersaron y sepultaron en los archivos. Hoy, sin embargo, su nombre y los de sus acompañantes son recordados en la toponimia de medio mundo.

Expediciones del siglo XIX


Aunque de dimensiones mucho más modestas que las expediciones de la época del imperialismo europeo, hubo algunas expediciones científicas españolas herederas de las del siglo XVIII: la de la Comisión Científica del Pacífico (1862-1865), aunque ésta se orientó a recorrer las costas atlántica y pacífica de los ya ex territorios españoles. Su itinerario recorrió las islas Canarias, Cabo Verde, Brasil, río de la Plata, la costa patagónica, islas Malvinas, cabo de Hornos, Chiloé, costas chilenas y peruanas y California

El Pacífico en la actualidad. Pocos vestigios españoles

Tal como señala la doctora Ana Verde Casanova en su publicación España y el Pacífico: un breve repaso a las expediciones españolas de los siglos XVI al XVIII  “Se puede decir que en la actualidad, muy poco queda de la huella de España en la geografía de Pacífico que recuerde estos descubrimientos. Sólo se conserva una mínima parte de la toponimia original española, de lo que son ejemplo nombres de archipiélagos; Filipinas, Marianas, Carolinas, Marquesas, Salomón, Juan Fernández o Galápagos; de islas como de Nueva Guinea, Guadalcanal, Santa Cruz, Isabel, Pascua y Australia, así como algún topónimo geográfico como el Estrecho de Torres o Bahía Dudosa (Doubtful Sand).

Por otra parte, si la presencia de España en el Pacífico fue activa y pionera desde el siglo XVI al XVIII, una colonización efectiva sólo se dio en las Filipinas. En menor grado en las Marianas, evangelizada por los jesuitas en 1668. El resto de la Micronesia, Carolinas, Palaos y Marshall, quedaron sin colonizar, aunque en 1886 se fundó en la isla de Ponapé una pequeña colonia llamada Santiago de la Ascensión, localidad que hasta hoy se conoce con el nombre de Colonia”.

Resumen expediciones, descubrimientos  y territorios españoles en el Pacífico, Asia y Oceanía

A los que hayáis seguido con interés este fascinante viaje por la historia transpacífica española, entenderéis mejor por qué, durante mas de 200 años,  el Océano Pacífico era conocido por nuestros rivales como “El Lago Español”.

Una forma aún más evidente de visualizar esta  gran aventura marinera, la tenemos en el siguiente mapa de Wikipedia, donde de forma muy detallada se representan superpuestas las diversas exploraciones y rutas españolas en el océano Pacífico entre 1520 y 1794.



Asimismo, esta web nos ofrece un resumen de los principales territorios del Pacífico que fueron españoles, que merece la pena destacar aquí:

En el momento de su mayor extensión el Imperio español en Asia y Oceanía abarcaba las islas Filipinas, las islas Palaos, las islas Marianas (incluyendo Guam) y las islas Carolinas (que incluían las islas Marshall y las islas Gilbert, consideradas parte de las islas Carolinas Orientales) como parte integrante del Virreinato de Nueva España. Su capital era Manila, en las Filipinas.

Durante diversos momentos de su historia, el territorio también abarcó las islas de Ternate y Tidore (Molucas septentrionales), el norte de laisla de Taiwán (Formosa),Borneo, la provincia de Papúa Occidental (Nueva Guinea), un protectorado sobre Camboya, varios atolones e islas de la Melanesia y la Polinesia y también tuvo derechos de asentamientos en territorios del imperio portugués en Asia bajo la Casa de Austria.

  • Capitanía General de las Filipinas (1565-1898): también conocida como las Indias Orientales Españolas, formó parte el Virreinato de Nueva España hasta la independencia de México en 1821. Estaba compuesta por el archipiélago de las Filipinas, incluidas las islas de Mindanao y Joló, a pesar de que estas no fueron subyugadas hasta el siglo XIX, y en Oceanía por las islas Carolinas y las Marianas. También incluyó pretensiones sobre Sabah, en el norte de Borneo hasta 1885. Múltiples territorios ocupados temporalmente por España (como Brunéi durante setenta y dos días en 1578) también formaron parte de la Capitanía General de las Filipinas.
    • Protectorado sobre Camboya (1597-1599): brevemente controlado cuando un grupo de aventureros españoles y portugueses colocaron en el trono al rey Barom Reachea II y le hicieron aceptar un protectorado español, pero tanto el monarca como sus partidarios extranjeros fueron asesinados por musulmanes malayos dos años después.
    • Gobernación de las Molucas (1606-1663): consistente en un protectorado sobre el sultanato de Tidore (1526-1545; 1580-1663) y en la mitad de la isla de Ternate (1606-1663), además de algunos asentamientos menores en el resto de las Molucas, la costa de Papúa y el norte de Célebes.
    • Gobernación de la Formosa (1626-1642): ubicada en el norte de la isla de Taiwán con el propósito de comerciar con China.
  • Islas Salomón (1595): único asentamiento de corta duración en Santa Cruz




  • Tahití (1772-1773; 1774-1775): ocupada brevemente como parte del virreinato del Perú

FUENTES 

Atlas de los Exploradores Españoles. Sociedad Geográfica Española. 2ª edición 2018

Descubrimientos españoles en el mar del sur. Amancio Landin Carrasco. Editorial Naval. 1992

The Spanish Lake:The Pacific since Magellan. Oskar Hermann Khristian Spate. ANU Press, Australia, 1979. Primera edición en español: Casa Asia, España, 2006

El océano Pacífico: Navegantes españoles del siglo XVI. Carlos Prieto. Alianza Editorial. 2019

España y el Pacífico: un breve repaso a las expediciones españolas de los siglos XVI al XVIII.  Ana Verde Casanova. Museo de América. Madrid. 2002

La presencia española en el Pacífico: de la Ilustración al desastre. Enrique Martínez Ruiz. Universidad Complutense de Madrid. 2009

Las islas de la imprudencia. Robert Graves. Edhasa, Barcelona, 2003

Navegantes españoles en el Océano Pacífico. Luis Laorden Jiménez, doctor ingeniero de Caminos. 2ª edición - noviembre 2014





“Lo que hacemos para ser amados”. Leído en algún episodio del Sandman, de Neil Gaiman