Bueno. Si os entusiasmaron en su día los grandes clásicos de cine del oeste –los auténticos poemas visuales que nos legaron los John Ford, Howard Hawks, Anthony Mann, Raoul Wash…- , o si os dejáis hechizar por los libros de aventuras, o simplemente buscáis una forma entretenida de lectura para descongestionar la cabeza estas vacaciones; ésta es vuestra entrada.
Los cinco libros que se comentarán aquí son pura aventura y distracción; y narran de forma novelada diferentes episodios protagonizados por el cuerpo de ejército de la Corona española que -entre otras muchas cosas- vigilaba la frontera norte del Virreinato de Nueva España -El Gran Norte-, que suponían unos 6.000 km lineales de territorio de lo que hoy son los Estados Unidos de América
Los cinco libros que se comentarán aquí son pura aventura y distracción; y narran de forma novelada diferentes episodios protagonizados por el cuerpo de ejército de la Corona española que -entre otras muchas cosas- vigilaba la frontera norte del Virreinato de Nueva España -El Gran Norte-, que suponían unos 6.000 km lineales de territorio de lo que hoy son los Estados Unidos de América
Pero antes de entrar en ellos, a modo de introducción -y para contextualizar un poco- observemos para empezar este cuadro de
nuestro ilustre Pintor de Batallas, el
gran Augusto Ferrer-Dalmau
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Dragón de Cuera de Augusto Ferrer-Dalmau |
Si, se trata de un Dragón de Cuera ¿Y quienes eran los dragones de cuera? Pues en pocas palabras: eran la caballería de frontera del Virreinato de Nueva España -y también exploradores, y pacificadores, y colonizadores, etc...-. Y como podréis comprobar los que leáis los libros propuestos aquí,
donde estuvieran estos recios soldados que se quiten el 7º y todos los demás regimientos de
la caballería de Estados Unidos…
Soldados de Frontera
Los Dragones de Cuera eran un cuerpo especial dentro del ejército de la monarquía hispánica que, al igual que los dragones europeos, eran esencialmente una fuerza de caballería, que además estaba preparada para desmontar cuando fuera necesario y convertirse en infantería. Se crearon como tales a finales del siglo XVI, y desde entonces se les encomendó la custodia de la frontera norte de la Nueva España, que llegó a incluir Texas, Arizona, Nuevo Méjico, gran parte de California y algunas zonas de Colorado, Utah y Nevada. Además de este cometido, protegían las rutas de comunicación entre Méjico y California y entre Texas y Florida. Su misión era doble, como soldados y como policía, y residían en fortalezas -o Presidios-, de ahí que también se les denominara como “tropas presidiales”.
Los Presidios. El auténtico "Fuerte americano"
Los presidios generalmente consistían en fortalezas, fuertes o baluartes en forma cuadrada o rectangular con muros de piedra o adobe (o una combinación de ambos). Siendo de unos 120 metros por lado y diez metros de altura, en algunos casos con pequeños salientes o torreones en sus esquinas para proteger sus flancos.
Los Dragones de Cuera eran un cuerpo especial dentro del ejército de la monarquía hispánica que, al igual que los dragones europeos, eran esencialmente una fuerza de caballería, que además estaba preparada para desmontar cuando fuera necesario y convertirse en infantería. Se crearon como tales a finales del siglo XVI, y desde entonces se les encomendó la custodia de la frontera norte de la Nueva España, que llegó a incluir Texas, Arizona, Nuevo Méjico, gran parte de California y algunas zonas de Colorado, Utah y Nevada. Además de este cometido, protegían las rutas de comunicación entre Méjico y California y entre Texas y Florida. Su misión era doble, como soldados y como policía, y residían en fortalezas -o Presidios-, de ahí que también se les denominara como “tropas presidiales”.
Los Dragones de Cuera eran hombres duros de frontera. Iban armados con lanza, adarga -o escudo de cuero-, espada, daga, pistola y mosquete/carabina. Su nombre se debe a «la cuera», una especie de abrigo/armadura hecha con cuero endurecido. Este abrigo, que al principio cubría también las piernas, no tenía mangas y era muy resistente. Fabricado con hasta siete capas de cuero, era capaz de parar una flecha india. Inicialmente lo llevaban solo los oficiales y después se incorporó como vestimenta de toda la tropa. Con el paso de los años los dragones de cuera adaptaron un modelo más ligero que solo cubría el torso a modo de coraza.
Además, el soldado de cuera debía contar con 6 caballos, un potro y una mula, debido a los inmensos territorios que debían controlar. Las banderas y estandartes que utilizaban también llevaban generalmente los cuarteles de Castilla, aunque también utilizaron la Cruz de San Andrés.
La larga frontera cubría un vasto territorio que iba desde San Francisco en California hasta San Agustín en Florida, a lo largo 4.000 Km en línea recta, pero que sobre el terreno suponían cerca de 6.000 Km. Los dragones eran, por tanto, pequeñas guarniciones, muy esforzadas y móviles -recorrían varios cientos de kilómetros al mes, en continua cabalgada-. Su número alcanzó los 1.500 soldados al final del s. XVIII -exactamente, en 1780 eran 1.495 dragones de cuera-, pero durante más de un siglo desde su creación, fue inferior a 600 -exactamente, 592 en 1705-… ¡y tenían que defender una frontera de 6.000 km!
Ingresar en los dragones de cuera era voluntario y se firmaban periodos de permanencia de 10 años. En cuanto a su composición, el 50% del ejército era de origen español -criollo fundamentalmente-, y el otro 50% mestizo, mulato, o de procedencia india, incluyendo suboficiales y oficiales. Solo los altos mandos eran europeos -no solo españoles, también italianos, valones, y de otras partes del Imperio-.
La mayor parte de su servicio era un discurrir en soledad por los extensos territorios norteamericanos patrullando entre ranchos y misiones, protegiendo a los pueblos indios aliados, explorando, rastreando actividades hostiles y realizando cartografía.
La larga frontera cubría un vasto territorio que iba desde San Francisco en California hasta San Agustín en Florida, a lo largo 4.000 Km en línea recta, pero que sobre el terreno suponían cerca de 6.000 Km. Los dragones eran, por tanto, pequeñas guarniciones, muy esforzadas y móviles -recorrían varios cientos de kilómetros al mes, en continua cabalgada-. Su número alcanzó los 1.500 soldados al final del s. XVIII -exactamente, en 1780 eran 1.495 dragones de cuera-, pero durante más de un siglo desde su creación, fue inferior a 600 -exactamente, 592 en 1705-… ¡y tenían que defender una frontera de 6.000 km!
Los territorios de la frontera Norte de Nueva España eran muy variados, alternando montañas y valles profundos con durísimos desiertos; enormes llanuras con pantanos y ríos enormes; estaban habitados además por tribus indias nómadas, en general hostiles, como los Apaches (Lipanes, Chiricahuas y Mescaleros), Comanches, Siouxs, Navajos, Utes, Wichitas, Yumas y Pawnnees.
Los Presidios. El auténtico "Fuerte americano"
Los presidios generalmente consistían en fortalezas, fuertes o baluartes en forma cuadrada o rectangular con muros de piedra o adobe (o una combinación de ambos). Siendo de unos 120 metros por lado y diez metros de altura, en algunos casos con pequeños salientes o torreones en sus esquinas para proteger sus flancos.
En su interior se abrió suficiente espacio para
albergar caballada, almacén real, capilla y casas para oficiales, soldados y
sus familias, formándose a sus alrededores un conglomerado de comerciantes,
artesanos y algunos pobladores dedicados a la agricultura que dio origen al
binomio presidio-villa.
Imagen idealizada del presidio de Tubac, antecesor del de San Agustín de Tucson.
Las tribus indígenas. Políticas de integración
El contacto con los indios del Norte del Virreinato
comenzó a mediados del siglo XVI, cuando las expediciones españolas procedentes
de México tomaron contacto por primera vez con los indios Zuñi, los Hopi y
otras comunidades indígenas sedentarias de los actuales estados de Arizona y
Nuevo México a los que denominaron indios Pueblo.
Conforme avanzaba la conquista, se comprobaba que los territorios de la frontera Norte de Nueva
España eran extraordinariamente amplios, complejos y variados, alternando inmensos paisajes de montañas y valles profundos con durísimos
desiertos; enormes llanuras con pantanos y ríos enormes; estaban habitados
además por tribus indígenas nómadas, en general hostiles, como los Apaches
(Lipanes, Chiricahuas y Mescaleros), Comanches, Siouxs,
Navajos, Utes, Wichitas, Yumas y Pawnnees.
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Cacique apache, por Claudio Linati (1790-1832), del libro Costumes civils, militaires et réligieux du Mexique (Bruselas, 1828).
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Los indios formaban naciones situadas en un
territorio cuyo dominio eminente o soberanía reclamaban el rey de España -u
otros reyes, en su caso-, que formaban un cuerpo político diferente del de los
españoles. El instrumento natural de la relación entre estas naciones era el Tratado. No debe, pues, extrañar la
aplicación de una institución del “Derecho de Gentes” a esas relaciones porque
fue en consideración a ellas, precisamente, que Francisco de Vitoria desarrolló la doctrina fundadora del Derecho Internacional moderno
Lo cierto es que el tratado fue el instrumento
escogido por España para reglar sus relaciones con los indios, que procuraba
incorporar a su jurisdicción, o con quienes, simplemente, intentaba estar en
paz y amistad. La costumbre de celebrar tratados de paz se extendió a todas las
fronteras de las Indias, y por todo el período hispánico, hasta proyectarse —al
menos, en algunos casos— a la época independiente. Las investigaciones van
revelando que no fue ésa una solución circunstancial, aislada o tardía sino el
desideratum al cual aspiró la Corona para hacer realidad el objetivo de la
conquista pacífica.
Su aplicación práctica fue mediante la llamada “Paz
del Mercado”, por la que los indios de la frontera podían comerciar en
paz con los hispanos del Virreinato de Nueva España. Incluso en muchos casos
les proporcionaban vivienda, construyendo poblados relativamente cercanos a
nuestros propios emplazamientos. Les suministraban alimento, herramientas y
semillas, les enseñaban a cultivar, a leer, les bautizaban, e incluso les
ofrecían integrarse como fuerza regular a la milicia.
Obviamente estas políticas de acercamiento -nacidas por orden expresa de la Metrópoli-, si bien buscaban con acierto el apaciguamiento, la integración y rápida colonización de los territorios descubiertos, pecaron en muchos casos de cierta ingenuidad y desconocimiento de la idiosincrasia del aborigen de las grandes llanuras. Por tanto tuvieron desiguales grados de éxito, como se comprueba por la continua necesidad de protección y recursos que tuvieron las escasas poblaciones de “Frontera”.
Dragones en Batalla
Los ataques de los indios nómadas a las Misiones, a
los ranchos y a las poblaciones indígenas amigas, como el asalto y el robo de
ganaderías, caballos e incluso el rapto de mujeres jóvenes, tuvieron una
respuesta constante y sistemática por parte de las tropas desplegadas en
los Presidios.
Una vez recibida notificación de algún ataque, ocho
o diez Soldados de Cuera echaban mano a algunos de sus
seis caballos y montaban a máxima velocidad en persecución de los asaltantes.
Si era necesario y posible, también se reclutaba a los indios aliados, pero la
única esperanza de atrapar a los asaltantes era montar rápidamente y salir en
su búsqueda, sin tiempo que perder. Cuando un caballo se agotaba, cambiaban la
silla y seguían cabalgando. Así se perdieron muchos caballos en largas jornadas
de persecución, reventados o abandonados a su suerte. Finalmente, o los indios
lograban alejarse lo suficiente y escapaban internándose en las montañas o
resultaban atrapados y vencidos por los dragones.
- A mediados del siglo XVIII, unos 200 comanches
se retiraron abandonando una manada de caballos que habían robado, tras perder
40 hombres en un largo y duro combate cuerpo a cuerpo con una compañía de menos
de 50 dragones.
- La masacre de la misión de San Sabá, perpetrada
en el año 1758 en el territorio de Texas por los indios comanches, tuvo como
consecuencia la expedición de castigo llevada a cabo por las tropas presidiales
conocida como la Campaña del Río Rojo.
- En 1775, la resistencia de tres dragones contra
un numeroso contingente de indios en San Diego -California-.
- El 26 de abril de 1776, un alférez con sus 42
dragones formados en cuadro resistieron durante 5 horas frente a 300 apaches
provocando su retirada después de infructuosos intentos de romper su formación.
- En el año 1779 los comanches atacaron Taos repetidas
veces. Las autoridades de Nueva España decidieron acabar con el problema y
prepararon una fuerte expedición. Concentraron una gran tropa de 600 hombres de
los cuales 150 eran Soldados de Cuera, que fueron acompañados por
200 apaches y yutes.
o
Al mando de Juan Bautista de Anza partieron
de Santa Fe el 15 de Agosto, y persiguieron a los comanches utilizando sus
mismas tácticas para poder sorprenderlos. Todo el recorrido se hizo viajando de
noche y ocultándose de día, forrando los cascos de sus caballos con trapos para
hacer una marcha silenciosa. Después de recorrer casi 1.000 km los alcanzaron
en Colorado el 3 de septiembre.
o
Encabezados por Cuerno Verde -Tabivo
Naritgant-, los comanches les hicieron frente, pero fueron derrotados y el
jefe indio cayó en combate; su curioso tocado fue enviado como trofeo al rey de
España, que posteriormente lo regaló al Papa, estando hoy depositado en los
Museos Vaticanos.
o
Esta victoria española tubo gran repercusión, ya
que Cuerno Verde tenía mucho prestigio entre las tribus y se
le consideraba muy hábil.
- El 6 de diciembre 1779 una partida de guerra del
jefe Quilcho formada por unos 350 guerreros atacó Tucson. La guarnición estaba al mando
del capitán Pedro Allende y Saavedra, el cual, en vez de quedarse al amparo de
los muros del Presidio de Tucson, sorprendió a los indios cargando
contra ellos con 15 dragones, derrotándolos e hiriendo al hermano del jefe
Quilcho.
- El 1 de mayo de 1782, los apaches nuevamente
atacaron Tucson, esta vez
con 600 guerreros. La mayor parte de la caballería española estaba
fuera del presidio en misiones de patrulla, por lo que los españoles sólo
disponían de unos 42 lanceros, 20 dragones de cuera, 10 exploradores
indios aliados y 1 pieza de artillería. Fueron suficientes, pues el ataque pudo
ser rechazado.
El final dela aventura
Con el fin de la Guerra apache y española en 1793 y
la firma de la paz, navajos, chiricauas, yumas, los propios apaches y otras
tribus comenzaron a convivir y entenderse con los españoles, a comerciar e
integrarse, en muchos casos, en los mismos asentamientos. Los dragones de
cuera, en las tierras pacificadas, pasarían a ser sustituidos por otras
compañías como los húsares de Texas, o por la milicia regular, siéndoles
encomendadas misiones cada vez más al norte, hasta la frontera rusa de Alaska.
Este cuerpo de caballería existió mientras
duró el Virreinato, esto es, hasta la independencia de México en 1821. Algunos de
estos dragones siguieron sirviendo tras la independencia del Virreinato de
Nueva España, en 1821, aunque hacía tiempo que habían dejado de usar la cuera.
Muchos eligieron seguir habitando esas tierras, formar familia con los nativos,
adaptarse a las nuevas armas de fuego, incluso.
Dicen que, cuando tras la pérdida de los
territorios mexicanos en 1846, comenzaron a aparecer nuevos soldados por el
este que rompieron la paz que habían instaurado españoles con indios, volvieron
a verse viejos y extraños soldados vestidos con cuera, aliados de los salvajes,
jefes de su tribu algunos, luchando fervorosamente contra esa nueva amenaza que
vestía de uniforme azul.
Después del Virreinato. México, los norteamericanos y la actualidad
El recién creado país mexicano procuró
mantener las políticas de asentamiento y relación amistosa con los nativos que
se utilizaban durante el Virreinato, pero la poca duración de la soberanía de México
sobre estos territorios impidió la continuidad de esta estrategia.
El 29 de diciembre de 1845 el
Congreso estadounidense oficialmente admitió Texas como un estado constituyente
de la nación. En 1846 EEUU reclamó a México la posesión de la franja
de tierra comprendida entre el río Bravo y el río de las Nueces.
Las tropas mexicanas cruzaron el río Bravo y atacaron a los estadounidenses que
se habían desplegado en el territorio en disputa. Tras ello el gobierno
estadounidense declaró guerra y acometió contra México.
La guerra concluyó con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, en el
que México reconocía la frontera texana en el río Bravo. Por si fuera poco, EE. UU. recibió los territorios de California
y Nuevo México -cerca de 2,000,000 de km² que hoy conforman los estados
de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, la
mayor parte de Colorado y la región suroeste
del Wyoming y Kansas, y el oeste de Oklahoma-, cumpliendo
así la llamada doctrina del destino manifiesto, según la
cual Estados Unidos de América era una nación destinada a expandirse desde las
costas del Atlántico hasta el Pacífico.
Dueños de tan inmenso territorio, los
norteamericanos dejaron inmediatamente sin efecto todas las leyes y tratados de
colaboración con los nativos; incentivaron la rápida colonización de las
llanuras por parte de sus compatriotas, la apropiación de las tierras y el desplazamiento de los nativos, dando
comienzo a lo que la historiografía, la literatura y el cine ha trasladado
hasta nuestros días con el exclusivo nombre de “la Conquista del Oeste”. Tal
vez este modesto artículo ayude a poner en contexto para los hispanohablantes
quienes fueron realmente los pioneros en aquellas lejanas tierras.
Es en cierto modo motivo de
orgullo saber que una de las pocas tribus indias en territorio de los actuales
EEUU que no han sido exterminados ni deportados y que incluso conservan sus
mismas tierras desde hace miles de años son los indios Pueblo. La razón de este milagro
se encuentra en que sus tierras están en Nuevo México, que fue territorio de la
Monarquía española, y por tanto estos indios y sus propiedades estuvieron
protegidos por las Leyes de Indias que promulgaron los reyes de España. Cuando
Nuevo México pasó a formar parte de los EEUU, se hizo con la condición de
respetar necesariamente los derechos y libertades de sus habitantes. No es de
extrañar que estos indios, en pleno siglo XXI, gusten de lucir en sus fiestas
populares la bandera española, y hasta que presuman de pertenecer al linaje de
nuestra Hispanidad.
Y a la larga, la amistad de los indios Pueblo con los
españoles les está resultando sumamente provechosa: tras la salida
de España de América hacia 1820, con el tiempo fueron despojados de las
tierras concedidas por la Corona. Y en la actualidad, asesoradas por
competentes abogados, las comunidades indias están obteniendo el amparo de la
Justicia. Parece insólito, pero es cierto: Al día de hoy, los Tribunales
norteamericanos les están devolviendo las tierras, esgrimiendo las
Leyes de Indias, el Código de las Siete Partidas de Alfonso X del siglo
XIII, y los títulos de concesión de tierras otorgados hace varios siglos a
los indios por el Rey de España.
De forma similar, los Navajos forman una de las reconocidas tribus apache del
sudoeste de los Estados Unidos. Su cultura actual constituye una curiosa mezcla
de rasgos que provienen de sus orígenes prehispánicos de cazadores-recolectores
y elementos posteriormente incorporados de los indios Pueblo y de los
colonizadores españoles de Nuevo México. La suya es una historia apasionante de
una etnia indígena de Norteamérica que, lejos de desaparecer, ha logrado
adaptarse a las circunstancias del momento y aumentar su población, de unos
pocos millares a comienzos del siglo XVIII a más de 160.000 en la actualidad.
Se puede afirmar que sin la presencia española esa historia sería no sólo
distinta sino que la cultura navajo no tendría las peculiares características
que la hacen diferente de las demás etnias amerindias.
Comanche, de Jesús Maeso de La Torre
Como lector habitual de Novela Histórica, saber que detrás de este título estaba mi admirado Maeso de La Torre ya era garantía de lectura amena y a la vez bien documentada y ambientada. He tenido la oportunidad de leer otros títulos de este autor y en todos he aprendido bastante del momento histórico que sostenía cada narración -Al-Gazal, la Piedra del Destino, el Papa Luna,...-. Comanche tampoco defrauda en este sentido.
Y como donde hay patrón no manda marinero, a continuación doy un paso atrás para adjuntaros el link a la reseña de este libro realizada por el propio autor, que se publicó en la web de la editorial Zenda Libros en octubre de 2018: https://www.zendalibros.com/comanche-de-jesus-maeso-de-la-torre/.
Ni la reseña ni obviamente la novela tienen desperdicio. Altamente recomendables para conocer esta parte de nuestra historia -tanto en América como también en Europa- y en concreto la trayectoria guerrera -pero también como estratega, como colonizador y como político- de Juan Bautista de Anza, sus superiores, sus oficiales, sus soldados y, no podemos olvidar, a los esforzados religiosos que acompañaban -cuando no directamente se adelantaban- a esta colonización
Guerras Mescalero en Río Grande, de Álber Vázquez
Me gustó mucho también esta novela. A diferencia de
la anterior, los principales protagonistas son los suboficiales y soldados de línea
de los dragones. Escrita en lenguaje ágil y directo, los diálogos son francos,
y las reflexiones de los protagonistas despiden recio sabor a estoicismo castrense
no exento de cierto cinismo –uno diría
que pensaban exactamente como nos cuenta el autor-. Nunca se incumple una
orden, pero cada militar sabe leer muy bien el trasfondo de cada situación.
El argumento
principal consiste en describirnos cómo se llevaba a cabo –en un entorno del demonio, al más puro estilo far-west- el requerimiento de la Corona de
pacificar a los apaches a base de –intentar- integrarlos en un modo de vida
más “cristiano”, obviamente con desigual grado de éxito, como podrán ver en esta, en la
anterior y también en las siguientes novelas que comentamos aquí. Muy sutiles de leer en esta novela los "entendidos" que subyacen tras las palabras que se dirigían -llamarlos diálogos es pecar de optimistas- los soldados españoles con los jefes apaches. Recomendable y muy entretenido, sin duda, el libro de Alber Vázquez
En un Imperio Olvidado, de Francisco Casero Viana
Bueno, esta novela está ambientada en la misma época y territorio que las anteriores. En mi caso fue la primera que llegó a mis manos y por tanto la que me introdujo en este apasionante momento de nuestra historia.
La sinopsis que pubica Amazon sobre la novela, señala:
“Una novela
de aventuras, en la Nueva España del siglo XVIII, en lo que posteriormente
serían los Estados Unidos de América y México.
El relato de
la vida de Pablo, un muchacho vasco –guipuzcoano, nacido en Lezo, para más
señas– que, tras escuchar cuando mozalbete las historias narradas por marinos
regresados de las colonias del Nuevo Mundo, al cumplir los 19 años y tras el
fallecimiento de su padre, decide embarcarse en un navío de línea español, como
ayudante artillero, para viajar hasta aquellas lejanas tierras conquistadas por
la Corona española con la humana intención de salir de la miseria en la que
había vivido hasta entonces y hacer fortuna.
Pablo sabía,
por las historias relatadas por marinos vascos, de los españoles que habían
explorado, casi doscientos años antes la costa sur de Nueva España, desde la
Florida, atravesando la cordillera de los Apalaches, hasta llegar a Alabama,
Misisipí y Luisiana, adentrándose después en territorio de Texas, Nuevo México
y Arizona para llegar al Océano Pacífico.
Pablo vive en
su periplo un enfrentamiento naval con una fragata inglesa en aguas gallegas;
mantiene una relación amorosa con una india taina; sostiene diferentes
enfrentamientos armados contra los ingleses e indios Creek en Santiago de Cuba
y posteriormente en San Agustín de la Florida; sufre huracanes en su viaje a
Veracruz, donde se hace arriero para sobrevivir; de nuevo sostiene una lucha
contra indios Yaquis en su marcha a Guanajuato; posteriormente conoce a un
capitán del regimiento de dragones de cuera, y a su hija, que lo marcará para
el resto de su vida; doma caballos semisalvajes, lucha de nuevo contra indios
huastecos, apaches lipan y comanches en su viaje en caravana hacia Texas.”
Debo señalar que, comparativamente con las dos anteriores, esta novela retrospectivamente se me antoja un poquito más "floja". Si bien está bastante bien documentada y nos narra episodios de la vida cotidiana y el comercio en otras zonas del Virreinato -Veracruz, Guanajuato, la capital, etc., el argumento a veces es reiterativo, y apunta algunos aspectos más de "novela rosa" que lo deseado por este humilde lector para este tipo de contexto.
Resiste
Tucson, de Álber Vázquez
Nuestro prolífico novelista de aventuras hispanas Álber Vázquez al parecer se va a prodigar en este blog. Yo personalmente disfruté bastante -esto es: detecté un capítulo de nuestro pasado que no conocía, me entretuve con su forma de novelar cada historia, y me motivé para investigar más a fondo. Qué mas?- , con las dos novelas suyas que hasta la fecha me he leído -las ya comentadas Mediohombre y Guerras Mescalero-, con lo cual no tengo ningún problema -de hecho, encantado- en seguir acudiendo a sus libros para disfrutar de cualquier otro episodio que nos vaya novelando...
Es el caso de las dos siguientes novelas que voy a reflejar aquí: Aún no las he leído. Pero como mi blog lo que busca entre otras cosas es despertar interés entre los futuros lectores -si los tengo- por la historia "olvidada" que concierne a nuestros antepasados del XVI al XVIII, pues no me importa en absoluto que me adelanten. Ya me iréis contando...
Bien, a falta aún de mi propio análisis, recurro como en otros casos a buscar reseñas de editoriales u otros lectores en la web. Aquí, extraigo parte de la reseña publicada por un lector en Hislibris -link completo aquí-
“... Antes de
continuar con la reseña me gustaría hacer un inciso sobre un elemento
importante, eje argumental necesario, de la novela que tenemos entre
manos, Resiste Tucson, de
Alber Vázquez, editado por Inédita en 2010. Gran parte del libro se desarrolla
en el Presidio de Tucson, sita en el desierto de Sonora, alrededor de 1782,
concretamente en las Guerras Apaches que asolaron la zona por aquellas fechas.
(….) Este Presidio protegía a los colonos que se habían afincado en la zona de
Tucson a mediados del siglo XVIII, y los defendía cual castillo medieval, desde
sus empalizadas, de las incursiones indias que hostigaban a los españoles,
robando sus caballos y bueyes, violando a las mujeres y niños, y asesinando a
los hombres. Todo se desarrollaba con normalidad meridiana hasta que una
inesperada avalancha de apaches hace peligrar la existencia no solo del mismo
presidio sino también de los sufridos colonos que con tanto esfuerzo subsisten
en la dura tierra de Sonora.
Pero los apaches, que de forma un tanto extraña
han cambiado de estrategia y se han vuelto más agresivos, tienen delante no a
unos pusilánimes soldaditos amedrentados por el brillo de los machetes, sino a
toda una serie de auténticos guerreros españoles que no están dispuestos a que
ningún desalmado ponga un pie en el presidio, arrample con las cosechas o ponga
un dedo en la dulce cabellera de una de las mujeres. Los españoles ven como se
acerca toda esa turba y con una parsimonia increíble y formal sacan sus sables
de sus vainas, y enfilan las aceradas lanzas contra el enemigo. Que Dios se
apiade de los apaches porque el día de la sangre ha llegado.
En este libro
podemos observar dos ideas claras en la mente del autor. Por un lado, con un
tono duro, seco y efectivo que acompaña toda la obra, nos enseña el periodo
histórico de las batallas hispano-apaches en la medianía del siglo XVIII. Nos
muestra toda la valentía y abnegación que unos militares como por ejemplo el
capitán Allande o el sargento Sosa, muestran por su patria, por muy lejos que
estén de ella. Tienen un código divino, unas ideas militares que están por
encima del bien y del mal y que no dudan en defender y perder su vida para
proteger a los colonos que tienen asignados. Y por otro lado, la novela es todo
un homenaje a todas aquellas personas, sobre todo españolas que fijaron su
residencia en aquellos lugares tan lejanos de sus raíces y desafiaron con sus
vidas los peligros que arrostraba una tierra hostil. Personas que persiguieron
sus sueños y que fiaban su existencia detrás de los aguerridos soldados. En
verdad es una pena que la apuesta arriesgada de estos soldados y estos colonos
fuera olvidados por las generaciones que les siguieron. Menos mal que escritos
como este que nos ofrece Alber Vázquez nos devuelve una parte de las hazañas de
estos héroes anónimos.
Resiste Tucson es una gran novela de aventuras, acción y hazañas increíbles. Una
historia que no deja indiferente a nadie y que le mantiene despierto todo el
rato, siendo inmisericorde con el lector. Alber Vázquez ha sabido encontrar
entre estas páginas el punto exacto entre entretenimiento e historia épica. Se
la recomiendo pues no solo aprenderán una parte de nuestra historia americana,
porque aunque se sorprendan sí estuvimos allí, sino porque con su lectura
honraran la memoria de los grandes héroes que a base de inteligencia y una
espada dura como los dientes del lobo supieron poner en aquella tierra su
peculiar pica de valentía.”
Por otro lado, el propio autor nos ofrece en su web personal más información y reseñas sobre su novela -ver http://albervazquez.com/index.php?id=resiste-tucson-
Lo dicho. Que la disfrutéis...
Largo Camino hacia Zuni Pueblo, de Álber Vázquez
Esta novela
se puede se puede leer de forma independiente de la anterior, o considerarla
una continuación -mismos protagonistas,
distinto escenario-. Para ampliar la información, recurrimos de nuevo a
la web personal de Álber Vázquez http://albervazquez.com/index.php?id=largo-camino-hacia-zuni-pueblo,
de la que extraemos este párrafo:
LLEVARLO AL CINE
Para concluir esta entrada, me gustaría volver al
principio. Si bien el cine del Far-West está actualmente lejos de
su época dorada, todavía se pueden ver actualmente películas más recientes que
mantienen su alta calidad -Appaloosa, BlackThorne,
Django Desencadenado, Tombstone, El Renacido, Los Odiosos Ocho, Valor de Ley,
...-, y que mantienen el alto nivel de este género.
Es por esto que, con los antecedentes comentados
aquí, me atrevo a lanzar al aire una
propuesta: Si como hemos visto, nadie como los soldados del Virreinato
exploraron los vastísimos territorios del Oeste americano, conocido, combatido o pactado con las principales
tribus indias; sabiendo además que los Dragones de Cuera eran casi todos
nacidos en América, que muchos de ellos se incorporaron al ejército mexicano
tras su independencia; esto es, que forman parte del acervo común histórico de
nuestros dos países… ¿Por qué no sacar una coproducción Hispano-Mexicana que
narre en lenguaje cinematográfico algún hecho relevante de los dragones?
¿No daría la historia de Juan Bautista de Anza para un "peliculón"?
¿Y el asalto apache a Tucson? ¿Y por qué
no, ya puestos, una superproducción global al estilo La Conquista del Oeste –How
the West Was Won-? Y tantos otros, vaya..
A mí –me perdonan la intromisión- se me ocurren
varios directores inteligentes, valientes y con curriculum de sobra para
ejecutarla. Por la parte mexicana
veo altísimo nivel para esto en Alfonso
Cuarón –se matriculó CumLaude en
lo implacable de los espacios infinitos con Gravity-,
González Iñárritu –solamente hay que
volver a ver El Renacido-, Guillermo del Toro –El Laberinto del Fauno, HellBoy- y por la parte
española veo perfecto candidato a Alejandro Amenábar, a Álex de la Iglesia y tal vez a José Luís Garci. Se admiten otras
propuestas…
Y por aquí nos quedamos...
Otras fuentes utilizadas:
https://laamericaespanyola.wordpress.com/2016/04/26/nueva-espana/
https://laamericaespanyola.wordpress.com/2017/06/19/dragones-de-cuera/
http://manuel-maqueda.blogspot.com/2012/03/los-dragones-de-cuera.html
https://lasoga.org/dragones-de-cuera-en-el-confin-del-mundo/
https://www.despertaferro-ediciones.com/2018/dragones-de-cuera-batalla-san-agustin-de-tucson-apaches/
https://confederacinhispanica.wordpress.com/2018/12/06/los-presidios-espanoles-de-la-frontera-del-virreinato-los-dragones-de-cuera/
http://www.grandesbatallas.es/herencia%20espanola%20en%20usa.html
https://iberoamericasocial.com/dragones-cuera/
https://elpais.com/cultura/2017/09/08/actualidad/1504889283_198145.html
https://elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=45&t=24158&start=0&hilit=dragones+de+cuera#p929649
https://www.quo.es/ser-humano/g41058/los-espanoles-que-conquistaron-el-salvaje-oeste-americano/
Felicidades por el artículo
ResponderEliminarMuchas gracias.Me alegra que te guste. Disculpa la demora. Acabo de verlo
EliminarExcelente y documentado artículo. Imprescindible para conocer aspectos de nuestra historia, totalmente desconocidos por la mayoría de españoles.
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegra y anima tu opinión. Efectivamente, se trata de difundir entre todos la increíble historia que tenemos
EliminarDisculpa por la demora. Acabo de ver tu comentario...
Hace unos años recibí una fotocopia de un periódico yankee con la entrevista a Don Vicente Ferrer, que entonces tenía 93 años, quien asegura que Gerónimo había caído de un caballo siendo jovencito y fue ayudado por su familia y que ello inició una amistad y la gratitud de Gerónimo hacia ellos. Esa amistad le permitía andar libremente por territorio apache. Si fuera de su interés lo puedo facilitar a ustedes. Saludos
ResponderEliminarEstimado amigo. En primer lugar mis disculpas por no responderle antes. No me había dado cuenta de su comentario...
EliminarEn segundo lugar, muchas gracias por su propuesta y por supuesto que me parece interesantísima la noticia sobre Gerónimo
Le invito a que me la mande por mail: fhmiron@gmail.com y la subiré al blog
Cordiales saludos
Conozco el trabajo sobre los Dragones de Cuera, de Francisco Moreno del Collado. Sorprendente y estupendamente presentado. Ánimo a todos.
ResponderEliminarMuchas gracias. Yo esperando al valiente que los lleve al cine...
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